Es desgarrador ver cómo la naturaleza puede causar tanto sufrimiento y pérdidas. Sobrecoge escuchar a personas con barro en el alma en situación de vulnerabilidad, testimonios acompañados por imágenes de casas colapsadas, vehículos amontonados y calles anegadas en unas localidades donde de dos metros para abajo ha desaparecido absolutamente todo.
Es conmovedora la oleada de solidaridad de miles de voluntarios que se han volcado en actividades de limpieza y abastecimiento. E impecable el esfuerzo de los equipos de emergencia y de todos los profesionales del sector público y privado que incansablemente están poniendo a las personas en el centro de su labor.
En este punto quiero agradecer a todos los colectivos del sector metal (empresas instaladoras de electricidad, agua, gas y ascensores, talleres de reparación, ferreterías, maquinaria pesada, concesionarios…) por, desde el primer momento y con medios propios, dar respuesta inmediata a las necesidades de las personas afectadas.
Entré en FEMEVAL cuando tenía 34 años y, en mis 26 de pertenencia, nunca he estado tan orgulloso de esta federación y del sector al que representa. Es ejemplar la capacidad de reacción, dedicación y trabajo coordinado de sus asociaciones miembro, la intervención en tiempo récord y altruista de sus empresas, la presteza para interactuar con diferentes organizaciones, colegios profesionales, compañías distribuidoras y administración pública local, autonómica y estatal, la atención personalizada ofrecida por su personal a 1.300 empresas asociadas afectadas cuando más lo han necesitado, y el papel como portavoz ante los medios de comunicación. Sin duda, una más que plausible demostración de que la verdadera sociedad está aquí.
La DANA ha puesto de manifiesto la fragilidad de nuestras estructuras, pero también la fortaleza de un sector que, gracias a su transversalidad, sabe dar el do de pecho frente a la adversidad. Así, hemos puesto en práctica lo que mejor sabemos hacer: trabajar en unidad, pensar en el bien común y actuar con eficacia. Esa ha sido nuestra máxima porque las personas y compañías damnificadas necesitan, por encima de todo, de profesionales cualificados, de empatía y de determinación y empeño para reconstruir lo que se ha perdido.
Desde el 29 de octubre, también hemos tenido muy presente que cuando la sociedad sufre debe prevalecer la responsabilidad colectiva. Por eso, y aunque es notorio que no se ha actuado con la suficiente diligencia desde las esferas públicas, hemos solicitado que aparquen sus confrontaciones ya que solo retrasan las soluciones y provocan aún más frustración e indignación entre la ciudadanía.
En FEMEVAL hemos sido proactivos y ecuánimes a la hora de exigir un apoyo tangible, no solo en términos de ayuda inmediata, sino de un despliegue de todos los recursos necesarios que permitan salir de la urgencia en la que estamos instalados para dar paso a la fase de la reconstrucción que devuelva a miles de personas y empresas sus vidas y actividad normal.
Aunque la tarea que queda es ingente y la recuperación será larga, nuestras fuerzas como sector son inagotables, siempre y cuando se acompañen de una labor a todos los niveles, de millones de euros de inversión y, sobre todo, de unidad y colaboración para hacer frente a una tragedia que no debe caer en el olvido. La experiencia en otras catástrofes nos dice que, cuando desaparece la presión pública y la atención mediática, las medidas se aplazan indefinidamente, el silencio se interpone y se abandona a las localidades afectadas a su suerte.
Las personas no pueden esperar y las empresas tampoco porque no son sólo un motor económico, sino también el corazón de muchas familias. El tiempo es vital. Las escenas de barro y devastación que han recorrido el mundo, y que a día de hoy siguen ahí, deben servir como recordatorio de lo frágil que es nuestro entorno, pero también para resaltar que al pueblo valenciano no se nos puede medir por lo que hemos perdido, sino por lo que somos capaces de reconstruir.
Ahora toca levantar a las personas y a las empresas, e ir pensando en un gran plan global de recuperación que permita la modernización de la estructura productiva afectada, para evitar volver a hacer lo mismo, sino mejor. Una tarea en la que FEMEVAL seguirá estando y aportando su estructura todo el tiempo que haga falta.