TRABAJO CON SABOR AGRIDULCE EN ALEMANIA

Post P煤blico 23/01/2015 48 2.193
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Joven, de entre 20 y 45 años, con FP o carné profesional de instalador de fontanería, gas, calefactor, electricidad o frigorista, y una experiencia mínima de 3 años en estos sectores.

Este es el perfil que buscamos en la Federación Empresarial Metalúrgica Valenciana para ofrecerles una oportunidad de inserción laboral en Alemania. La oferta de empleo incluye un contrato de trabajo en firme por un año, que se formaliza en FEMEVAL para evitar sorpresas, y un salario de 1.600 euros brutos mensuales, con cotización a la seguridad social alemana.

A los candidatos que opten a estos puestos, nuestra federación, junto a la agencia de intermediación alemana POD Int. Personalberatung GMBH, les ofrece un curso de formación intensivo y gratuito para familiarizarlos con el idioma y el vocabulario laboral específico y la metodología de trabajo y técnicas profesionales propias de Alemania.

Sin duda, se trata de una iniciativa exitosa que, en sólo dos años, ha permitido que 120 valencianos encuentren trabajo en el mercado alemán, y con la que esperamos formalizar en 2015 otros 100 contratos para aumentar las oportunidades laborales a los profesionales de toda  la Comunidad Valenciana.

Pero también nos deja un cierto sabor agridulce. Porque evidencia que las cosas siguen sin marchar bien en nuestro país y que retomamos un patrón similar al de los años 60. Más de medio siglo después volvemos a ver cómo nuestra gente se va desalentada por las escasas oportunidades laborales que encuentran en su tierra natal. Una situación que conlleva separaciones familiares, genera incertidumbre por los obstáculos que se encontrarán al llegar a su destino y que provoca, sobre todo, la desbandada de la juventud, el colectivo más apreciado de cualquier país porque representa su futuro.

La gran diferencia de esta nueva generación de emigrantes es que ya no parte con maletas de cartón bajo el brazo hacia Europa o América en busca de trabajo y una vida mejor. Su equipaje ahora lo forma una excelente preparación que se han labrado, en unos casos, con años de trabajo y en otros con miles de horas de estudio. Estos profesionales con una alta cualificación huyen de la precariedad más que del desempleo. Buscan fuera lo que su país no les ofrece y se “autoexilian” a la caza de un hálito de esperanza laboral y bienestar.

La mayoría de los que se van lo hacen de forma temporal, pensando en trabajar fuera unos años hasta que pase la crisis. Sin embargo, ¿quién asegura su regreso? El problema es grave porque no sabemos cuánto va a durar y sus consecuencias las sufriremos a largo plazo. Las empresas, tarde o temprano, vamos a necesitar profesionales que construyan el futuro de nuestras organizaciones. Y la tarea no va ser fácil. La salida de población activa joven implica para el mercado laboral la pérdida de un recurso necesario para poder afrontar la recuperación. Y además dificulta que se renueven los flujos laborales -algo esencial en una población cada vez más envejecida-.

Aunque las cosas no volverán a ser como antes, urge reconducir esta situación para evitar que la historia se repita otra vez.  Entre todos tenemos que esforzarnos para retener y recuperar el talento que se nos está yendo de las manos. Y uno de las actuaciones pasa por evolucionar hacia un modelo productivo asentado en la industria, como importante yacimiento de empleo.

Pero el Gobierno continúa empeñado en especializar nuestra economía en turismo y hostelería. De seguir así no podremos evitar, de momento, ese sabor agridulce de ver partir a los nuestros.