EL TAMAÑO SÍ IMPORTA

Post Público 21/10/2014 24 2.067
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Si nos preguntan a los empresarios si el tamaño importa, no cabe otra respuesta que SÍ, y además con mayúsculas. Porque a medida que ganan en dimensión nuestras compañías, mayores probabilidades tenemos para embarcarnos en el proceso de internacionalización. Una estrategia clave en la crisis actual, sobre todo cuando la demanda interna continúa bajo mínimos y empezamos a temer por nuestra viabilidad.

Es evidente que el tamaño de nuestro tejido productivo, compuesto en un 94% por empresas con menos de 10 empleados, nos  impide competir en las mejores condiciones con otras compañías y nos hace cometer errores, en ocasiones, difíciles de corregir.

Por eso, y antes de tirarnos a la piscina a la conquista de nuevos mercados como única salida para reflotar nuestros negocios, las pequeñas empresas deberíamos preguntarnos si realmente estamos en disposición de dar ese salto. Esto es, mirarnos el ombligo y asumir que si somos débiles en el mercado nacional confiar en que en el internacional nos irá mejor es una utopía, porque las dificultades serán mayores.

Hacerse hueco en el exterior no es algo que se puede plantear de un día para otro, y muchos menos sin preparación, porque está demostrado que la improvisación es enemiga del éxito. La internacionalización de la empresa es un proyecto complejo que requiere de un análisis exhaustivo de las peculiaridades del mercado al que se pretende acceder, pero, sobre todo, de nuestras fortalezas y debilidades. Es fundamental contar con asesoramiento, vocación, una cultura del riesgo, y por supuesto, una inversión suficiente como compañeros de viaje. Es más, tener en cuenta la cualificación y compromiso de nuestros recursos humanos para emprender esta aventura, porque no es lo mismo pocos y mal preparados que pocos y competentes.

Una vez evidenciada nuestra capacidad, hay que poner sobre la mesa otros obstáculos que pueden mermar nuestra competitividad. Entre ellos, la dificultad de acceso a una formación adecuada que nos ofrezca las pautas a seguir en este proceso. Cómo no, los problemas financieros derivados de la imposibilidad de inversión en bienes de equipo por la falta de créditos adecuados o de otra financiación alternativa. Tampoco perder de vista los comerciales provocados por desconocimiento sobre la forma de actuar en el mercado de destino, el difícil acceso a compradores potenciales o la falta de contactos. Y los logísticos que conllevan costes elevados de transporte y de coordinación y control, que se acentúan cuanto más lejos se encuentra el país elegido.

A todo esto hay que añadir las trabas culturales como el idioma, las costumbres y tradiciones, y cómo no, las restricciones legales y a la inversión directa impuestas por los gobiernos.

Todas estas consideraciones –dimensión, capacitación y obstáculos- exigen aunar fuerzas y una gran flexibilidad operativa y de producción. Por eso, las fusiones, los proyectos consorciados en I+D+i, las misiones conjuntas o alianzas, así como la implantación de oficinas de representación conjuntas en el extranjero para reducir gastos son distintas opciones interesantes para sacar partido a nuestra competitividad global.

Pero la voluntad y la necesidad no son suficientes para iniciarnos en la internacionalización. Requerimos del diseño de una Política Industrial clara, estable y sostenible que nos respalde en este gran desafío. Una Política Industrial que desde FEMEVAL llevamos tiempo pidiendo a la Administración para que el tejido productivo, y en concreto el sector metalmecánico, gane en tamaño y mejore su cadena de valor para poder salir al exterior con garantías.

Nuestra reivindicación en este sentido seguirá siendo firme para evitar que nuestras empresas sean flor de un día y conseguir despreocuparnos por un tamaño que, hasta nueva orden, sí importa.