Celebramos este 1 de mayo una conmemoración en la que confluyen tres escenarios discordantes. El primero, y el más sorprendente, es que hace una semana lo más buscado en Google fuera “Cómo rechazar una oferta de trabajo”, con un 500% de consultas superior al resto de búsquedas. Esto denota un cambio de valores en la relación con el empleo y un grado de desafección preocupante.
Sin duda, el mercado laboral está acusando una transformación notable. Para las generaciones anteriores, entre las que me incluyo, el trabajo era lo que nos daba identidad. Eran tiempos en los que buscábamos un empleo para toda la vida. Una aspiración que tiende a desaparecer por un cambio evidente en la mentalidad de la juventud que quiere trabajar para vivir y que la vida no sólo sea trabajo. Sus prioridades son otras, y ya no lo ven como un pilar fundamental, sino algo más que les acompaña.
El segundo hace referencia al índice de desempleo en nuestro país que, aunque se haya reducido a mínimos históricos, es del 12,3% -dato que asciende al 13,44% en nuestra Comunitat y al 28% en el desempleo juvenil-. Un indicador que nos mantiene en el vagón de cola de la Unión Europea y representa casi el doble de la media de los Estados miembros.
Frente a estos dos escenarios, se asoma otro paradójico. Resulta incomprensible que haya gente parada cuando todos los sectores, sin distinción, estamos buscando personas trabajadoras y no las encontramos. Basta un dato que atañe al metal: ocho de cada diez empresas (un 78% del tejido productivo) no encuentra perfiles técnicos que hayan cursado FP, sobre todo en electricidad y electrónica, fabricación mecánica, informática y comunicaciones e instalaciones y mantenimiento, ya sea de automoción, mecánica, energías renovables o de sistemas eléctricos, electrónicos o automatizados. Una situación que además está provocando una rivalidad entre empresas para conseguir, atraer y retener talento.
Entonces, si la sociedad se está planteando cuál es su relación con el empleo, si el trabajo ya no genera esa vinculación social fuerte que aportaba anteriormente y si se quedan numerosos puestos de trabajo sin cubrir porque la oferta y la demanda en el mercado laboral no casan, es el momento, parafraseando a John F. Kennedy, de preguntarnos ¿qué podemos hacer por nuestro país?
Esta frase es toda una invitación general a asumir responsabilidades de forma compartida. Es decir, de crear un compromiso bidireccional entre las personas empleadoras y las empleadas.
¿Y cómo? Con una reflexión madura y profunda por parte de todos (sociedad, empresas y Administración) en la que nos planteemos la ciudadanía cómo nos gustaría contribuir a un trabajo desde lo que sabemos y aspiramos, el sistema productivo y sus organizaciones representativas, como facilitadores, cómo podemos generar los entornos más amables y posibles para captar y retener talento, y el sector público cómo puede rediseñar el traje del sistema formativo para ajustarlo a las necesidades del mundo empresarial.
Es el momento de escucharnos y movilizarnos porque hay mucho desarrollo de negocio que se podría impulsar con personas con ganas y deseos de trabajar. Pero lamentablemente algo se está rompiendo cuando numerosas empresas están perdiendo proyectos o paralizando inversiones por las dificultades que encuentran para cubrir los puestos vacantes.
No olvidemos que ni la tela más fuerte aguanta demasiado tiempo tanto roto. Y si se rompe, el agujero se hará más grande y por ahí caeremos todos y todas. ¿Qué podemos hacer? Seguro que algo podremos.
Repercusión en medios:
VALENCIA PLAZA: Lafuente (Femeval): "Es paradójico que haya parados y no se encuentren trabajadores"
EUROPA PRESS: Lafuente (Femeval): "Es incomprensible que haya tanta gente parada cuando todos los sectores buscamos y no encontramos"
ECONOMÍA DIGITAL: Femeval no comprende porque hay «tantos parados» cuando todos los sectores buscan trabajadores