Hemos visto estos días cómo miles de vecinos del medio rural han alzado la voz, en la denominada “Revuelta de la España Vaciada”, para exigir un pacto de Estado que frene la despoblación y dote de recursos a las zonas del interior de una veintena de provincias que consideran abandonadas. Una oportunidad que los partidos políticos han aprovechado para llevar sus caravanas electorales a esos lugares para hacer campaña.
Está claro que todo vale en política. Así que puestos a pedir hablemos ahora de “La Empresa Vaciada” porque también existe. En concreto, hay más de tres millones de microempresas en nuestro país que están despobladas de reconocimientos y cargadas de obligaciones. Así es. Aunque representan el 95,4% del total del tejido empresarial y contribuyen con cinco millones de trabajos a la generación de empleo, son las pequeñas pero grandes olvidadas e incomprendidas.
Olvidadas porque nadie se pone en su lugar para saber las dificultades que conlleva poner en marcha un plan de empresa y equilibrar el balance mes a mes para no entrar en una espiral de pérdidas que, a medio plazo, resultan insalvables. Ni lo que supone sacar adelante a sus plantillas en una época en la que el riesgo que implica ser emprendedor, arrastra, no solo a la propia empresa sino al posible patrimonio, si lo hay, personal y familiar.
E incomprendidas porque en vez de reconocer su aportación y responsabilidad con el estado del bienestar social, se las desmantela con una maraña de impuestos, modelos, declaraciones y laberintos tributarios que frenen su desarrollo. Un dato: las pequeñas empresas abonan de media un 49,67% en impuestos sobre su resultado bruto entre IVA, IRPF y cotizaciones a la Seguridad Social. Una cifra un 9% por encima de la media mundial y que nos sitúa en una clara desventaja frente a las obligaciones fiscales de otros países como Luxemburgo donde representan la mitad, un 20,8%.
Esa es la Empresa Vaciada, que no vacía, porque esto último supondría que no contiene nada. Y si algo tienen las personas que se inician en una aventura empresarial es que están llenas de pasión y convicción para construir equipos y futuro. Una vocación para valientes que juega siempre con la probabilidad en contra y que requiere de habilidades y conocimientos que no se enseñan, como tener ideas propias y el arrojo para intentar llevarlas a la práctica, o el hacer malabares para ejercer de compliance para no saltarse ninguna normativa que les ataña.
Aunque ahora asoma un nuevo horizonte rural en el que los partidos políticos están poniendo el foco, que no se olviden que “hacer empresa” no es una moda ni una tendencia. Así que como ya están inmersos en plena campaña electoral, desde FEMEVAL les pedimos que pongan el punto de mira en la figura de la microempresa y que se empeñen en facilitar su labor.
Es el único camino para conseguir que todos aquellos profanos en la materia valoren, de una vez, a los millones de profesionales que, realizan su actividad de forma anónima, sin más reconocimiento que la satisfacción personal de llevar su proyecto adelante.
No se puede dejar en el olvido tanta creación de riqueza y empleo. No se puede dar por hecho que su obligación es sustentar la economía y en paralelo poner todo un compendio de vallas, de tal altura, que dificultan que quien desea crecer, pueda hacerlo. Es hora de que el concepto de "la Empresa Vaciada" pase a formar parte prioritaria del debate político para ponerle solución.