Según las últimas cifras de empleo, el paro bajó en 2.300 personas en el primer trimestre del año respecto al anterior. Sin embargo, se ha saldado con 184.600 ocupados menos. Y lo más significativo es que todos los empleos destruidos entre enero y marzo pertenecen al sector privado, que registró un retroceso de la ocupación cercana a las 200.000 personas, mientras que el empleo público aumentó en 11.100. Asimismo, nuestra Comunidad Valenciana presenta uno de los mayores descensos con 40.900 ocupados menos.
Hace un mes parecía que el mercado laboral empezaba a emitir débiles señales de recuperación. Y el Ejecutivo, en un gesto se supone de prudencia, admitía que esos datos eran buenos e indicaban que se iba “en la buena dirección”. Pero avisó que “todavía quedaba mucho por hacer” y que habría que seguir “trabajando con la misma intensidad” –frase por cierto muy recurrente en los corrillos políticos y deportivos que les invito a buscar en Google. ¡Hay más de 3.590.000 resultados!
Y ahí va mi pregunta ante unas declaraciones, que lejos de tranquilizarme, me producen vértigo ante estos nuevos indicadores: ¿quienes tienen que trabajar con esa intensidad que promulgan? ¿Los parados generando su propio empleo como única alternativa, los jóvenes buscando salidas laborales en otros mercados o los empresarios y trabajadores en activo que estamos exhaustos de tirar de la cuerda para levantar la economía?
Lanzar mensajes y dar después consejos vacíos y de manual es fácil máxime cuando la recuperación del empleo procede, en gran medida, del esfuerzo de empresarios y trabajadores. Es evidente que los dirigentes políticos y los ciudadanos seguimos hablando diferentes lenguajes, y viviendo en esferas paralelas. Pero de lo que se olvidan es que el ciudadano medio es más inteligente de lo que se creen, porque palpa la realidad de la microeconomía que le rodea, muy alejada de los grandes indicadores macroeconómicos que auguran alegrías en el horizonte.
He aquí otros datos cuya resolución debería tener prioridad en las agendas políticas. La comunidad de trabajadores españoles es ya la séptima extranjera más numerosa en Alemania, con más de 123.000 personas. El paro se sitúa como la primera preocupación del 82,3% de los españoles. Y España, con un 56,1%, es el segundo país europeo, después de Grecia, con más número de jóvenes desempleados.
Encontrar las recetas para crear nuevas ocupaciones es complicado. Pero basta con fijarse en quiénes las generan. ¿El Estado o las empresas privadas? La respuesta no admite dudas: las pequeñas y medianas empresas y los autónomos. Sólo hace falta que confíen en nuestra capacidad como empleadores y que nos faciliten esta tarea, en ocasiones, heroica.
¿Y cómo? Revalorizando nuestro papel, reduciendo la presión fiscal que soportamos, reforzando la eficacia de las políticas activas de empleo y adoptando un sistema permanente de detección de necesidades del mercado laboral. Esto permitiría una planificación conforme a la demanda y necesidades de las empresas y centraría el diseño de las políticas activas en todos los usuarios, y no sólo en los trabajadores en desempleo.
En FEMEVAL también insistimos en que se ponga freno a la economía sumergida y que se reduzcan las cotizaciones a la Seguridad Social que abonan las empresas, así como que se bonifiquen a aquellas que han apostado por el empleo estable, con plantillas desde hace años, en contraposición a la subvención a las nuevas contrataciones.
Estas son sólo algunas medidas que están servidas sobre la mesa desde hace tiempo esperando a que los comensales políticos den buena cuenta de ellas. Por eso, y si según nos cuentan, las cosas empiezan a ir bien, los inversores comienzan a confiar en nuestra recuperación y las entidades financieras a soltar lastre, ahora es el turno de ellos de acogerlas y aplicarlas. Los ciudadanos bastante tenemos con seguir trabajando “intensamente” para sustentar nuestras empresas, mantener nuestros empleos o buscarlo a diario aquí o fuera.