Si algo me llama la atención de forma alarmante es la soltura con la que el Gobierno aprueba medidas sin testar el malestar socioeconómico que pueden ocasionar. Coser y cantar que dice la popular expresión.
Y es cierto. Nuestros gobernantes, sin distinción, no dan puntadas sin hilo sin calcular el beneficio que pueden obtener de ellas. Lo controvertido es que cuando se pinchan siempre lo hacen en la piel de los demás.
Por eso lejos de intentar practicar el admirable arte de la costura deberían orientar sus habilidades hacia otros derroteros. Entre ellos, a enmendar las consecuencias que acarrearán las últimas normativas que se han aprobado en materia fiscal y energética.
Desde FEMEVAL nos acabamos de posicionar al respecto ante los medios de comunicación porque las consideramos unos lastres impositivos inasumibles, que van a penalizar aún más la competitividad de nuestro sector y que, en vez de atajar la economía sumergida, van a incrementar el intrusismo y el fraude fiscal y laboral.
El tiempo además no juega a nuestro favor. Así lo corrobora el informe publicado por los Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha) que indica que la subida de impuestos, la corrupción y el alza del paro han disparado la economía sumergida durante la crisis. Tan sólo en la Comunitat Valenciana supuso el 26,5 % del PIB al cierre de 2012, lo que nos situó en quinto lugar -por detrás de Extremadura, Andalucía, Castilla-La Mancha y Canarias- y casi dos puntos por encima de la media nacional. Una práctica que en España ha aumentado en 60.000 millones de euros durante la crisis hasta situarse en el 24,6 % del PIB, lo que suponen 253.135 millones de euros ocultos.
Ni la economía en general, ni el sector metalmecánico en concreto, tienen la salud suficiente para aguantar estos envites. Nuestra federación estima que la eliminación de exenciones a la Seguridad Social por conceptos como el plus de transporte, de distancia, cheques guardería o seguros médicos va a generar un coste añadido de más de 10 millones de euros anuales por punto de cotización para nuestras empresas de la provincia de Valencia.
En este suma y sigue, la gravosa subida de la base mínima de cotización a los autónomos societarios y aquellos con más de diez trabajadores también alcanza a los empresarios de servicios y comercio del metal, que en su mayoría reúnen ese perfil.
¿Y qué decir de los costes desmedidos que soporta nuestro sector derivados de la reciente reforma energética y del precio final de la electricidad?
Titánico es el calificativo que mejor describe el esfuerzo que está realizando nuestro sector para recuperarse y superar todos estos obstáculos. Y admirable el adjetivo que acompaña a la creación de 4.800 empleos que consiguió en el último trimestre de 2013 y el que llegara a alcanzar su mejor cuota de actividad desde 2008.
Pero todo este empuje será baldío si se continúan adoptando medidas arbitrarias de este tipo, sin consenso con los agentes sociales y sin criterios que argumenten su idoneidad para contribuir al bienestar social.
El metal está entre costuras, pendiente de que el nudo al final del hilo no se desate. Pero sobre todo a la espera de puntadas rectas y certeras de unos “sastrecillos valientes” que, hasta la fecha, no acaban de demostrar su capacidad para confeccionar trajes a medida para la recuperación económica.