Hace poco más de una semana pusimos de relieve, en la entrega de los XIV Premios FEMEVAL, la capacidad que tenemos los agentes sociales para sentarnos a dialogar y consensuar medidas que aseguren el futuro de los nuestros. Un gesto más del salto al frente que hemos dado para demostrar que sumando sensibilidades y esfuerzos ganamos todos.
Desde hace décadas, las organizaciones empresariales y sindicales somos el legítimo vehículo de representación de los derechos de nuestros colectivos. Una etapa en la que, además, hemos aprendido que, en la búsqueda de soluciones, el todo es más que la suma de las partes. Así, y frente a prácticas tradicionales en desuso -donde el conflicto imperaba por norma en todas las mesas de negociación-, las transformaciones del entorno productivo nos han llevado a un necesario giro y redefinición de nuestras relaciones para fortalecer todo lo que somos y representamos.
Con todo ello, y al igual que hemos puesto de moda un diálogo social renovado en el que prima el entendimiento frente al enfrentamiento, necesitamos que se reconozca nuestra función social y protagonismo como actores esenciales en la negociación de condiciones laborales estables. Una interlocución incuestionable que nos lleva a reclamar, una vez más, que se valore porque de ella se benefician miles de empresas y trabajadores.
También confiamos en que nuestros dirigentes tomen nota de esta predisposición de los agentes sociales para llegar siempre a acuerdos, por encima de las lógicas diferencias existentes. Una actitud que predomina en nuestra forma de hacer y que debería adoptar la clase política.
Otra de las cuestiones que solicitamos en los reconocimientos anuales que realiza nuestra federación es que se nos devuelva a empresarios y trabajadores lo que nos corresponde. Porque si hay algo que es nuestro es el dinero que aportamos con nuestras cotizaciones al sistema de formación. Un sistema que la Administración central ha pulverizado al destinar un alto porcentaje de la recaudación de 1.800 millones de euros procedentes de dichos fondos a otros fines. Entre ellos, a partidas presupuestarias no vinculadas con actuaciones formativas de trabajadores en activo, como la formación de los desempleados que gestionan las Comunidades Autónomas.
Pero, sobre todo, si ha hecho algo mal el Estado con el sistema de formación es aprovechar las malas prácticas de una minoría para demonizar al conjunto de organizaciones empresariales y sindicales. Una situación que nos ha dejado al margen de la gestión de estos fondos a organizaciones que, como FEMEVAL, somos centros acreditados y capacitados para sacar el 100% del rendimiento de los recursos humanos de las empresas. Por eso, y tras 38 años desarrollando proyectos formativos, defendemos nuestro papel como interlocutores sociales en la administración de esos recursos. Un capítulo además que es inherente a la concertación social en materia formativa.
En FEMEVAL sabemos que las ocasiones hay que crearlas y no esperar a que lleguen. Y es ahora, precisamente, ante un horizonte económico más nítido y una nueva cita con las urnas que puede acabar con el bipartidismo, cuando las formaciones políticas deben plantearse que solas pueden hacer muy poco. En cambio unidas, mucho.
El Gobierno que salga el próximo 20 de diciembre no puede seguir actuando ni decidiendo de forma unilateral sin contar con quien representa al tejido productivo. Es más, tampoco puede esperar que la sociedad progrese si no apoya a sectores que, como el metalmecánico y su industria, dinamizan la economía.
La oportunidad de oro está a la vuelta de la esquina. ¿Por qué? Porque se vislumbra un nuevo escenario político que deberá asentarse sobre alianzas estratégicas para poder gobernar. Un punto de partida idóneo para subirse al carro del diálogo social; para dar luz verde a un sistema de formación justo que llegue a las empresas y sus trabajadores; y por último, y no por ello menos importante, para consensuar una política Industrial que asegure el futuro y estabilidad de nuestra economía. La hoja de ruta es sencilla. Ahora hace falta actitud para ponerla en marcha.